31/5/15

Jorge Luis Borges: Repudio a la campaña antisemita (1932) *








Ciertos desagradecidos católicos —léase personas afiliadas a la Iglesia de Roma, que es una secta disidente israelita servida por un personal italiano, que atiende al público los días feriados y los domingos— quieren introducir en esta plaza una tenebrosa doctrina, de confesado origen alemán, rutenio, ruso, polonés, valaco y moldavo. Basta la sola enunciación de ese rosario lóbrego para que el alarmado argentino pueda apreciar toda la gravedad del complot. Por cierto que se trata de un producto más deletéreo y mucho menos gratuito que el dumping. Se trata —soltemos de una vez la palabra obscena— del Antisemitismo.

Quienes recomiendan su empleo, suelen culpar a los judíos, a todos, de la crucifixión de Jesús. Olvidan que su propia fe ha declarado que la cruz operó nuestra redención. Olvidan que inculpar a los judíos equivale a inculpar a los vertebrados, o aun a los mamíferos. Olvidan que cuando Jesucristo quiso ser hombre, prefirió ser judío, y que no eligió ser francés ni siquiera porteño, ni vivir en el año 1932 después de Jesucristo para suscribirse por un año a Le Roseau d’Or. Olvidan que Jesús, ciertamente, no fue un judío converso. La basílica de Luján, para Él, hubiera sido un tan indescifrable espectáculo como un calentador a gas o un antisemita…

Borrajeo con evidente prisa esta nota. En ella no quiero omitir, sin embargo, que instigar odios me parece una tristísima actividad y que hay proyectos edilicios mejores que la delicada reconstrucción, balazo a balazo, de nuestra Semana de Enero116—aunque nos quieran sobornar con la vista de la enrojecida calle Junín, hecha una sola llama.

* En semanario Mundo Israelita, Buenos Aires, Año X, Nº 481, 27 de agosto de 1932.
Y en: Diario Clarín, Suplemento Zona, Buenos Aires, 6 de abril de 2003.117


Notas

(*) En agosto de 1932, la Comisión Popular contra el Comunismo convocó a un acto en la plaza del Congreso para repudiar al comunismo. El semanario Mundo Israelita, al considerar que este mitín era un pretexto para una “campaña antisemita”, solicitó la opinión de estadistas, escritores y políticos. En el Nº 480 del 20 de agosto de 1932 opinaron Alfredo L. Palacios, Marcelo T. de Alvear, Nicolás Repetto, Ricardo Rojas, Carlos Manacorda, Aarón Spivak, Antonio Portnoy, Samuel Eichelbaum y Enrique Dickmann. En el Nº 481, junto con Borges, escribieron sobre el tema Leopoldo Lugones, José P. Tamborini y Luis Emilio Soto. (N. del E.)

116. Borges se refiere a la Semana Trágica de enero de 1919.

117. Al preparar su tesis de doctorado en historia para la Universidad de La Plata, el investigador argentino Daniel Lvovich encontró esta nota de Borges en el semanario Mundo Israelita, véase “La violenta obscenidad del Antisemitismo criollo” en Clarín, suplemento Zona, Buenos Aires, 6 de abril de 2003. (N. del E.)



Daniel Lvovich rescató el texto y lo incluyó en Nacionalismo y Antisemitismo en Argentina, 2003 


En Textos recobrados 1956-1986 (2003)

Foto: Borges en Paris 1977 © Guy Le Querrec/Magnum Photos



30/5/15

Nicolás Cócaro: Las manos de Jorge Luis Borges









Temblorosas, cautivantes, desamparadas, contradictorias. No se parecen a las de la estatua de Medicis creadas por Miguel Ángel; tampoco a las manos memoriosas de Dürer. Ni a las de Ortega y Gasset. Son manos laberínticas; una necesita de la otra; no pueden subsistir sin acercarse (así, Borges en sus conferencias; así, mientras conversa entre amigos y las apoya en el bastón).

A través de ellas, la creación le ha dado forma en el vasto universo de la literatura a muchas páginas imperecederas. Han sostenido cuchillos; han empuñado espadas, pero, por encima de este amago -un pasado irremediablemente perdido para el hombre de acción de hoy y ganado para la literatura-, sus manos son las de un escritor. Le obedecen; sumisas acatan el fatigoso trabajo de horas y horas donde se ponen a prueba los riñones, según palabras de un escritor alemán.

Contradictorias, desamparadas, cautivantes, temblorosas. Manos. Manos para la creación; para la amistad; para el saludo; para el apretón cordial en cualquier esquina de cualquier calle porteña; para el vuelo del ala recién acariciada; para retener una rosa o una gota de rocío. Manos que añoran la batalla en la pampa abierta; manos que sienten y palpitan. Un cosmos. Un mundo; un ser con sus vicisitudes; un demoníaco luchar de sueño y realidad. Manos; manos de Jorge Luis Borges.


Nicolás Cócaro
9 de junio de 1966










En Las Manos de Borges (1966)
Nicolás Cócaro et al
Ilustraciones de Elbio Fernández
Ed. Francisco A. Colombo, Bs. As.
Fuente: Archivo Borges University of Notre Dame


29/5/15

Jorge Luis Borges: Alguien soñará








¿Qué soñará el indescifrable futuro? Soñará que Alonso Quijano puede ser don Quijote sin dejar su aldea y sus libros. Soñará que una víspera de Ulises puede ser más pródiga que el poema que narra sus trabajos. Soñará generaciones humanas que no reconocerán el nombre de Ulises. Soñará sueños más precisos que la vigilia de hoy. Soñará que podremos hacer milagros y que no los haremos, porque será más real imaginarlos. Soñará mundos tan intensos que la voz de una sola de sus aves podría matarte. Soñará que el olvido y la memoria pueden ser actos voluntarios, no agresiones o dádivas del azar. Soñará que veremos con todo el cuerpo, como quería Milton desde la sombra de esos tiernos orbes, los ojos. Soñará un mundo sin la máquina y sin esa doliente máquina, el cuerpo. La vida no es un sueño pero puede llegar a ser un sueño, escribe Novalis.



En Los conjurados (1985)

28/5/15

Jorge Luis Borges: La promesa








En Pringles, el doctor Isidro Lozano me refirió la historia*. Lo hizo con tal economía que comprendí que ya lo había hecho antes, como era de prever, muchas veces; agregar o variar un pormenor sería un pecado literario.
"El hecho ocurrió aquí, hacia mil novecientos veintitantos. Yo había regresado de Buenos Aires con mi diploma. Una noche me mandaron buscar del hospital. Me levanté de mal humor, me vestí y atravesé la plaza desierta. En la sala de guardia, el doctor Eudoro Ribera me dijo que a uno de los malevos del comité, Clemente Garay, lo habían traído con una puñalada en el vientre. Lo examinamos; ahora me he endurecido, pero entonces me sacudió ver a un hombre con los intestinos afuera. Estaba con los ojos cerrados y la respiración era trabajosa.
El doctor Ribera me dijo:
- Ya no hay nada que hacer, mi joven colega. Vamos a dejar que se muera esta porquería.
Le contesté que me había costeado hasta ahí a las dos de la mañana pasadas y que haría lo posible para salvarlo. Ribera se encogió de hombros; lavé los intestinos, los puse en su lugar y cosí la herida. No oí una sola queja.
Al otro día volví. El hombre no había muerto; me miró, me estrechó la mano y me dijo:
- Para usted, gracias, y mi cabo de plata para Ribera. Cuando a Garay lo dieron de alta, Ribera ya se había ido a Buenos Aires.
"Desde esa fecha, todos los años recibí un corderito el día de mi santo. Hacia el cuarenta el regalo cesó."








* N. de la E.: Borges visitó oficialmente la localidad de Coronel Pringles, en tres ocasiones entre 1970 y 1982. La primera de esas visitas tuvo lugar el 10 de julio de 1970, con motivo de la celebración del aniversario fundacional de los pueblos de Coronel Pringles y Coronel Suárez. En el libro de edición escolar municipal Borges en Pringles - Pringles en Borges (Cnel. Pringles, 2006), el entonces secretario de intendencia Joaquín Adúriz, recuerda sobre la ocasión que, con “el director de cine Hugo Santiago y su traductor al inglés, Di Giovanni (...), tras el homenaje y cena, surgió el compromiso para viajar en la mañana siguiente a Coronel Suárez (…). Borges quería tocar el busto de su bisabuelo Manuel Isidoro Suárez, el ´vencedor de Junín'. En ese viaje (...) es el Dr. Lozano quien junto al Sr. Piccone le cuentan a Borges anécdotas y sucesos vinculados, fundamentalmente, a la picaresca, o al drama derivado de la grandeza y la miseria de la política criolla lugareña. Borges escuchaba entusiasmado y yo los observaba como un testigo elegido por no sé qué hada buena. Allí es cuando Lozano cuenta vivencias de sus comienzos como médico en Pringles vinculadas a la vida de entonces, hasta llegar a su correligionario y colega el Dr. Manuel B. Cabrera que daría origen a uno de los cuentos más felices de Borges y que publicara en su obra El Oro de los Tigres, indicando el origen de su relato. Efectivamente, en ese volumen Borges publica el cuento La Promesa". Fuente: Diario El Orden, Coronel Pringles, 15 de enero de 2015.




En El Oro de los Tigres (1972)
Fotos de Jorge Luis Borges en Pringles
10 de julio de 1970, con vecinos y ediles
Funcionarios municipales a su lado: 
Aldo Pirola, Luis Comerio y Joaquín de Adúriz
En la foto superior lo acompaña Alicia Jurado
Diario El Orden, 15 de enero de 2015


27/5/15

Jorge Luis Borges: Al vino y Soneto del vino








Al vino


En el bronce de Homero resplandece tu nombre,
negro vino que alegras el corazón del hombre.

Siglos de siglos hace que vas de mano en mano
desde el ritón del griego al cuerno del germano.

En la aurora ya estabas. A las generaciones
les diste en el camino tu fuego y tus leones.

Junto a aquel otro río de noches y de días
corre el tuyo que aclaman amigos y alegrías,

Vino que como un Éufrates patriarcal y profundo
vas fluyendo a lo largo de la historia del mundo.

En tu cristal que vive nuestros ojos han visto
una roja metáfora de la sangre de Cristo.

En las arrebatadas estrofas de sufí
eres la cimitarra, la rosa y el rubí.

Que otros en tu Leteo beban un triste olvido;
yo busco en ti las fiestas del fervor compartido.

Sésamo con el cual antiguas noches abro
y en la dura tiniebla, dádiva y candelabro.

Vino del mutuo amor o la roja pelea,
alguna vez te llamaré. Que así sea.




Soneto del vino

¿En qué reino, en qué siglo, bajo qué silenciosa
conjunción de los astros, en qué secreto día
que el mármol no ha salvado, surgió la valerosa
y singular idea de inventar la alegría?

Con otoños de oro la inventaron. El vino
fluye rojo a lo largo de las generaciones
como el río del tiempo y en el arduo camino
nos prodiga su música, su fuego y sus leones.

En la noche del júbilo o en la jornada adversa
exalta la alegría o mitiga el espanto
y el ditirambo nuevo que este día le canto

otrora lo cantaron el árabe y el persa.
Vino, enséñame el arte de ver mi propia historia
como si ésta ya fuera ceniza en la memoria.




En El otro. el mismo (1964)
Caricatura: Borges por David Pugliese


Sumamos este fotomontaje sin data ni fecha, utilizado
en la red como tantos otros apócrifos.
Agradeceremos a quien aporte el crédito si no es fake 





26/5/15

Jorge Luis Borges: La música y las fiestas









Entre las fiestas y la música hay una inmemorial amistad. Los antiguos poetas anglosajones daban a las arpas el nombre de “madera del júbilo” o de “madera de las fiestas”.

El lenguaje común basta para las ocasiones comunes, pero cuando se trata de algo esencial; cuando alguien tiene que decir que está enamorado o cuando quiere declarar su gratitud y su maravilla por la milagrosa circunstancia de que Dios haya resuelto alguna vez nacer como un hombre y morir en la cruz como un culpable, entonces debe recurrir a la música o a esa otra música menor, que es el verso.





En Textos Recobrados 1956-1986 (1997)
Primera publicación en  revista Notas 
Año II, Nº 13, nov /dic de 1959
Retrato de Jorge Luis Borges, 1976
© Alvaro Alves de Faria vía



25/5/15

Raquel Arias: Encuentro con Borges (1971)






Borges, ¿qué puede usted decirme acerca de Elogio de la sombra?
—Corresponde a una aceptación de la muerte. No una aceptación resignada, melancólica, sino dichosa. ¡Sí, dichosa! Semejante a la aceptación de la ceguera en Hesse. Habiendo cumplido setenta años, sé lo que debo hacer, conozco mis límites y lo que debo aceptar. Un muchacho joven piensa “Voy a ser un Shakespeare, o un Bolívar, o un Einstein. Voy a ganar mucho dinero. Voy a ser un ermitaño”, y todos esos futuros le parecen igualmente posibles.
Yo, por ejemplo, cuando era chico oía decir en casa: “Fulano tiene talento pero es un raté”. Y había concebido yo mismo la ambición de ser un raté… (Ríe.) ¡Desde luego que no sabía qué era un raté, pero me parecía una categoría importante! Más tarde leí de alguien a quien calificaban de escritor fragmentario. Yo era muy joven y aquello, igualmente, me fascinó. Me preguntaba: “¿Podré llegar a ser un escritor fragmentario?”.
En fin, lo que quería decirle es que uno nunca sabe bien, al comienzo, qué quiere hacer de su vida, es más bien la vida quien lo hace. Por eso, lo que parece en un momento deseable, luego se desecha. El éxito, por ejemplo. No recuerdo bien quién lo dijo, creo que fue Chesterton: “Nada fracasa tanto como el éxito”.
Sin embargo usted eligió su vida, usted eligió escribir desde pequeño.
—No sé si yo lo elegí. Mi destino es literario. Recibí esto como una herencia. Mire, mi abuelo militar editó La Cruz del Sur. Mi padre, que era abogado, se consideraba escritor y dejó algunas páginas admirables en verso. También escribió una novela histórica El caudillo, un drama titulado Hacia la nada, un libro de ensayos y un libro de cuentos: El jardín de la cúpula de oro. En mi casa siempre se entendió que yo debía ser el escritor, que yo tenía que realizar el destino literario negado a mis mayores.
En cuanto a mí, yo no escribo porque crea que lo que escribo es bueno. Escribo porque siempre tuve necesidad de hacerlo. Si no escribo siento desventura y remordimiento. Yo creo que todos nos entusiasmamos con lo que hacemos, con lo que sabemos hacer… Sí, supongo que esto les ocurre a todos, salvo a los empleados públicos (ríe), o a personas raras.
Volviendo a Elogio de la sombra hay allí una página que me impresionó mucho. Me refiero a “Una oración”. La considero algo fuera de serie dentro de su obra que generalmente causa impresión de fuego de artificio, y en la cual las inquietudes metafísicas se ocultan tras el brillo de las palabras. Esta página, en cambio, sobrecoge por su desnudez, por su sinceridad.
—Le agradezco su interpretación. Es usted la primera persona que me habla de eso. Sí, yo quisiera que esa página fuera leída como algo distinto. Sobre mis setenta años la muerte puede sobrevenir en cualquier momento. Sentí la necesidad de decir una oración, una oración enteramente personal.
Pensé: aquí está el Padrenuestro como un paradigma de oración: ¿qué es lo que yo puedo aceptar del Padrenuestro? Solo, frente a la muerte, sin tratar de ser brillante, sin tratar de ser blasfemo, ¿qué puedo honestamente pedir yo, hoy, en el siglo XX?
Mi boca ha pronunciado y pronunciará miles de veces y en los dos idiomas que me son íntimos, el Padrenuestro, pero sólo en parte lo entiendo. Esta mañana, la del día primero de julio de 1969, quiero intentar una oración que sea personal, no heredada. Sé que se trata de una empresa que exige una sinceridad casi sobrehumana. Es evidente, en primer término, que me está vedado pedir. Pedir que no anochezcan mis ojos sería una locura; sé de millares de personas que ven y que no son particularmente felices, justas o sabias. El proceso del tiempo es una trama de efectos y de causas, de suerte que pedir cualquier merced, por ínfima que sea, es pedir que se rompa un eslabón de esa trama de hierro, es pedir que ya se haya roto. Nadie merece tal milagro. No puedo suplicar que mis errores me sean perdonados; el perdón es un acto ajeno y sólo yo puedo salvarme. El perdón purifica al ofendido, no al ofensor, a quien casi no le concierne. La libertad de mi albedrío es tal vez ilusoria, pero puedo dar o soñar que doy. Puedo dar el coraje, que no tengo; puedo dar la esperanza, que no está en mí; puedo enseñar la voluntad de aprender lo que sé apenas o entreveo. Quiero ser recordado menos como poeta que como amigo; que alguien repita una cadencia de Dunbar o de Frost o del hombre que vio en la medianoche el árbol que sangra, la Cruz, y piense que por primera vez la oyó de mis labios. Lo demás no me importa; espero que el olvido no se demore. Desconocemos los designios del universo, pero sabemos que razonar con lucidez y obrar con justicia es ayudar a esos designios que no nos serán revelados. / Quiero morir del todo; quiero morir con este compañero, mi cuerpo.
—Por lo demás —continúa Borges— no le dé tanta importancia a ese libro; a mi edad sé que no puedo escribir ni mucho peor ni mucho mejor que antes. Yo quiero considerar a Elogio de la sombra mi quinto libro de versos, pero allí hay de todo: prosa, verso, letras de milongas. Incluyo dos temas nuevos: la vejez y la ética.
Llegados a este punto, y aunque la respuesta parezca obvia a cualquiera de sus lectores, permítame preguntarle: ¿Cree en Dios? ¿Le interesa la Teología?
—Son dos preguntas bien diferentes.
Sí, creo en Dios, pero no en un Señor que está sobre mí observándome. Le diría que creo en Dios de un modo ético. La ética ha sido siempre mi preocupación, ¡herencia quizá de mi abuela inglesa y mis antepasados cuáqueros! En cuanto a la Teología, me interesa como forma de literatura fantástica… Y como entiendo que usted se refiere a la Teología cristiana, le diré que me interesa tanto como el hinduismo, el budismo o cualquier otra concepción. Es decir que yo acepto la Biblia, o la filosofía platónica, o ideas sobre la negación del mundo material, o sobre el tiempo cíclico, ¡o sobre lo que sea!… y veo qué puedo hacer literariamente con eso.
Muchos me han preguntado acerca de los sistemas religiosos o metafísicos que han creído encontrar en mis cuentos. ¡Pero no! En mis cuentos yo siempre he mezclado la metafísica y los dogmas con el hecho apócrifo, la farsa con la realidad, ¡sin contar con que he bromeado siempre un poco! Ya le digo: a las ideas filosóficas y religiosas las estimo por su valor estético. Nunca pretendí entenderlas del todo. No lo creo posible además…
Aparte del ejercicio propiamente literario, ¿en qué ha encontrado a lo largo de su vida mayores satisfacciones?
—Los viajes…, los amigos…, la cátedra.
Durante doce años dicté Literatura Inglesa en la Facultad de Filosofía y Letras. Algunos dicen “El magisterio es un apostolado”. ¡Para mí fue siempre un gusto! Me encantaba hablar de Literatura Inglesa con mis alumnos. Un día me notificaron que me jubilaban. Tenía que dejar la cátedra porque se juzgaba que era demasiado viejo para seguir enseñando.
Yo, entonces, me presenté a las autoridades de la Facultad y les pregunté si tenían ya un candidato para reemplazarme. Me contestaron que no, que todavía no lo tenían. Entonces les propuse un arreglo: “Hasta que encuentren otro profesor yo sigo dictando las clases… y cobro solamente la jubilación”. Con este arreglo yo perdía dinero, claro. La jubilación era escasa, y se me iba casi toda en tomar taxis para ir y volver de la Facultad. Pero era feliz: tenía tres días por semana plenamente justificados.
Me dejaron continuar por un tiempo, con cierta desconfianza; creo que sospechaban una especie de “complot”, ¡mi petición parecía tan rara! Al promediar el segundo cuatrimestre me comunicaron que mi caso estaba “fuera de Reglamento”, que me avisarían oportunamente. Y como esta frase aquí, es sinónimo de nunca, me despedí de la Facultad. Pero aún conservo dos alumnos que vienen a casa y estudian conmigo escandinavo e inglés antiguo. Y yo les estoy muy agradecido, sinceramente agradecido.
¿Y los amigos?
—Sí, también. He tenido y tengo muy buenos amigos. Creo que la amistad es la mejor pasión argentina. Cuando estuve en EE.UU., en el 67, un profesor de Literatura me preguntó en qué país le aconsejaba yo radicarse por un par de años para estudiar y, sobre todo, escribir. Dudaba entre Brasil o la Argentina. Yo le dije: “Mire, si usted busca algo espectacular, paisajes, etc., vaya a Brasil. Buenos Aires es una ciudad gris, uno la quiere viviendo en ella; inclusive el paisaje de la pampa (¡tan exaltado!) no tiene nada de especial: es una región verde igual a todas las regiones llanas. Pero eso sí: en mi país podemos ofrecerle amistades”. Una de las cualidades del alma argentina es la hospitalidad, una apertura de espíritu que nos permite interesarnos en muchos países, culturas y problemas diferentes.
La épica lo ha interesado siempre mucho, ¿a qué se debe?
—Es verdad, siempre he sentido más la poesía épica que la lírica o la elegíaca. Quizá se debe a que desciendo de militares. Mi abuelo, el coronel Borges era jefe de fronteras durante las guerras contra los indios del Sur; mi bisabuelo, Isidoro Suárez, estuvo al frente de un regimiento de caballería que participó en las batallas de Ayacucho y Junín… (ríe). ¡Ya ve! ¡Mi bisabuelo anduvo también luchando por Venezuela!
A pesar de su declarado entusiasmo por la épica, últimamente ha regresado a una forma de expresión más lírica.
—Tiene usted razón en parte, ya que también he escrito algunos cuentos que aparecerán publicados en El informe de Brodie. Pero resulta que como casi no veo, me es imposible hacer “borradores”… ¡los “borradores” los hago en mi cabeza! Por eso prefiero expresarme en versos rimados o con paralelismo, que son más fáciles de retener. En mi caso, además, creo que el verso regular es más satisfactorio…, el verso libre requiere el aliento de una gran inspiración, como la de Walt Whitman por ejemplo. Mi regreso a esta forma de expresión se debe también a otro motivo: la vejez. ¡A los setenta años importa más la verdad que la originalidad!
¿A través de cuál de sus obras considera que se ha expresado más plenamente?
—Hay varias… el “Poema de los dones”, el “Poema conjetural”… “Límites”, esa Oración, de que hemos hablado…


* En Imagen. Quincenario de Arte, Literatura e Información Cultural
Caracas, N° 90, 1-15 de febrero de 1971. Entrevista de Raquel Arias

En Textos recobrados 1956-1986 (2003)
Foto: Captura de Jorge Luis Borges, una vida de poesía
Documental de Fernando Arrabal, 1995


24/5/15

ABC Madrid: Don Jorge Luis Borges habla de «La poesía de los celtas»







El insigne escritor argentino don Jorge Luis Borges, pronunció ayer su tercera conferencia en Madrid. Esta vez habló, sobre «La poesía de los celtas», en los locales del Instituto Municipal de Educación, en acto organizado por el Club de Amigos de la U.N.E.S.C.O. Ocuparon la presidencia, junto con don Primitivo de la Quintana, presidente del Club, el general Lagos, embajador de la República Argentina; don Gregorio Marañón, director general de Cultura Hispánica; el director general de Relaciones Culturales, señor De la Serna; el académico don Luis Rosales, y otros directivos del Club.

Don Primitivo de la Quintana dijo unas palabras para subrayar la gran satisfacción que sentía por el hecho que fuera don Jorge Luis Borges quien inaugurara el programa de actividades culturales del Club de Amigos de la U.N.E.S.C.O. en Madrid.

Seguidamente el académico don Luis Rosales hizo la presentación del conferenciante, resaltando su condición de escritor representativo de nuestra época.

Don Jorge Luis Borges habló durante cuarenta y cinco minutos con voz cálida y dulce ademán. Escaso de vista, mantuvo la mirada perdida todo el tiempo de su disertación. Las trescientas personas que llenaban el salón siguieron la conferencia con singular interés y silencio.

Comenzó refiriéndose a la ocupación que hicieron los celtas de buena parte de Europa. Hay que detenerse en el caso de Irlanda, pues consiguió salvar dos cosas: la cultura griega y además, gracias a ella, se conservan la lengua, la poesía y la mitología celta. En ninguna parte del mundo occidental se dio una organización de la vida literaria como en Irlanda y en Gales. La carrera de poeta duraba doce años y tenían que someterse a exámenes periódicos. Al principio, en los países celtas, los poetas estaban considerados como magos. Hubo uno del que se llegó a decir que sus versos producían ronchas en la cara. Toda la poesía estaba clasificada. El aprendiz no podía utilizar cualquier metro ni tratar todos los temas. El poeta tenía que conocer la historia verdadera y la legendaria, y estaba obligado al estudio, del derecho. Llegaron a ser un peligro para el Estado.

La poesía celta es de una extraordinaria delicadeza, si bien es verdad que hay textos incomprensibles por haberse perdido parte del material necesario para analizarlo. Uno de los temas preferidos era el de los navegantes.

Hay metáforas que se encuentran en poesías celtas y escandinavas. En aquel tiempo se creía que la forma sublime de este género literario era la epopeya.

El movimiento romántico no sólo fue un estilo literario, sino también un estilo vital. Vino a ser como una exacerbación de los sentimientos, principalmente de la melancolía.

Terminó Borges su disertación manteniendo la opinión de que la poesía de los celtas interesará siempre, porque es un tipo de poesía que se dará perdurablemente. Recibió una prolongada y sincera ovación.
——
Hoy, a las siete y media, el escritor argentino hablará en la sede de la Asociación Española de Cooperación Europea (José Antonio, 43) sobre el tema «Poesía gauchesca».


Almuerzo de homenaje

El director del Instituto de Cultura Hispánica, don Gregorio Marañón, ha ofrecido a mediodía de hoy un almuerzo en honor del ilustre escritor argentino don Jorge Luis Borges.

Asistieron el embajador de la Argentina, don Julio Alberto Lagos; los académicos don Melchor Fernández-Almagro, don Gerardo Diego, don Vicente Aleixandre, don Rafael Lapesa y don Luis Rosales; don Francisco Trusso, subsecretario argentino de Educación; don Alfonso de La Serna, director general de Relaciones Culturales; don Carlos Robles Piquer, director general de Información; don Guillermo de Torre, don Primitivo de la Quintana, don Iván Ivanissevich, don Julián Marías, don Rafael Gasset, don Manuel Aguilar, don Bartolomé Mostaza, don Juan Fernández Figueroa, don Rodolfo A. Borello, don José Vicente Puente, don Fernando Quiñones y alto personal del Instituto de Cultura Hispánica.

Al final, don Gregorio Marañón pronunció las siguientes palabras:

"Es un honor para él Instituto –honor alegre y entrañable– el que nuestro huésped sea Jorge Luis Borges. Oí su conferencia del jueves en el Ateneo, esa deliciosa metáfora de las metáforas. Y mucho sentí no estar ayer aquí y no haber podido asistir a su magistral lección desde la tribuna de este Instituto, pero estaba en Valencia, firmando con su alcalde los terrenos donde se levantará, próximamente el Colegio Mayor Luis de Santángel. Ha sido un acto de fecunda hispanidad. Dice Borges en uno de sus maravillosos poemas, cantando a Buenos Aires: «La juzgo tan eterna como el agua y el aire». Eso es la Hispanidad: eterna como el mar y el viento. Levantemos nuestra copa en honor de este gran soldado de esa fina y sublime hispanidad que son Argentina y España."

Don Jorge Luis Borges agradeció con emocionadas frases el homenaje que se le tributaba.


En ABC Madrid, 3 de febrero de 1963
Página 69, Archivo  Hemeroteca

23/5/15

Jorge Luis Borges: París, 1856







La larga postración lo ha acostumbrado
a anticipar la muerte. Le daría
miedo salir al clamoroso día
y andar entre los hombres. Derribado,
Enrique Heine piensa en aquel río,
el tiempo, que lo aleja lentamente
de esa larga penumbra y del doliente
destino de ser hombre y ser judío.
Piensa en las delicadas melodías
cuyo instrumento fue, pero bien sabe
que el trino no es del árbol ni del ave
sino del tiempo y de sus vagos días.
No han de salvarte, no, tus ruiseñores,
tus noches de oro y tus cantadas flores.




En El otro, el mismo (1964)
Foto: Borges New York 1985 © Ferdinando Scianna-Magnum Photos



22/5/15

Jorge Luis Borges: El Dios y el Rey








De las historias de Olaf Haraldsson, que logró después de la muerte el curioso título de perpetuo Rey de Noruega, he recorrido la que Snorri Sturlson compiló, a principios del siglo XIII; algún fragmento posterior recogido en la Nordische Mythologie, de Paul Herrmann, y el turbio y elocuente resumen que bosquejó Carlyle (Early Kings of Norway, 1875). Unas líneas que tratan del dios Thor, leídas casualmente, me instan ahora a referir, a mi vez, el destino de Olaf. 

A los doce años, su madre lo hizo capitán de un barco de vikings. A los diecinueve, había asolado las riberas de Europa, desde Finlandia y Dinamarca hasta Nórvasund (Gibraltar) y había guerreado contra los daneses, en Londres. Su propósito era arribar a Jerusalén, pero en un vago río español soñó con un hombre, que le dijo que regresara, porque en Noruega sería rey por tiempo sin fin; este sueño puede haber sido imaginado para explicar por qué el futuro misionero del Norte no estuvo en Tierra Santa. Una tradición dice que recibió el bautismo en Rudhaborg (Rouen); Carlyle, que corta en dos mitades su biografía, sus días de viking y sus días de santidad, atribuye su conversión a "sus pensamientos y al insondable diálogo con el siempre quejumbroso Mar". A pesar de esa dicotomía, es lícito sospechar que Olaf Haraldsson no se despojó demasiado del viejo hombre cuando se revistió del nuevo; a un rey le hizo arrancar los ojos y lo llevó consigo por todas partes. (A otro, dispuso que le cortaran la lengua.) Tres veces trató el ciego de asesinarlo, pero Olaf no lo quiso matar "porque eran parientes lejanos". Carlyle refiere embelesado esta historia atroz (que duró muchos años), para demostrar que Olaf era piadoso, y acaba ponderando su buen humor y su sentido práctico, y "esa risa cordial, aunque no ruidosa, que le salía de las claridades del alma". 

El hecho es que la conversión transfiguró a los pueblos, pero no, al principio, a los hombres. Fue un acontecimiento para la estirpe, no para el individuo. Pasar del culto de los dioses germánicos al culto de Jesús no era pasar de una mitología a una religión; era sumar a esa mitología un dios más servicial y más poderoso y pensar que los otros eran diabólicos. En el siglo VIII los catecúmenos debían abjurar todas las obras y palabras de los demonios Thunor y Woden; en el XII, la Historia Danica, de Saxo Gramático, no niega la existencia de "Othinus" o de Thor: los declara hechiceros que aprovecharon la simplicidad de la gente para hacerse pasar por divinidades. Hubo conversos que abrazaron la nueva fe sin repudiar la antigua; Beda, el historiador, refiere que Raedwald, rey de los anglos, tenía dos altares: uno consagrado a Jesús, otro, más chico, en el que ofrecía víctimas a los "demonios" o divinidades paganas. Observa Friedrich Vogt que en el cristianismo se buscaba una fuerza mágica; en tal sentido, es edificante el caso de Clovis (Chlodwig, Ludovico, Luis), rey de los francos, casado con una princesa cristiana Clotilde de Borgoña. Clovis, en la angustia de una batalla, juró adorar "al Dios de Clotilde" si éste le daba la victoria; poco después, victorioso y bautizado, hizo tranquilamente asesinar a los otros príncipes merovingios. No nos maravillemos, pues, con exceso de las crueldades de Olaf. Rebajados a demonios los dioses, los gentiles quedaban rebajados a adoradores de demonios y un poco a brujos, y era tal vez inevitable que los trataran sin la menor piedad. Olaf, desdeñoso de teologías, rondaba los distritos con una fuerza de unos trescientos hombres; rechazar el credo del Cristo Blanco* era exponerse a la mutilación o a la muerte. 

El rey quemaba las aldeas que persistían en las viejas idolatrías. "¡Qué lástima que este pueblo tan lindo vaya a ser incendiado!", dijo tristemente una tarde, mirando, desde la ladera de un monte, los huertos, los tejados y los caminos. 

La devoción de los germanos era una forma trascendente de su lealtad, que, como escribe Jiriczek (Deustche Heldensage), "no era incompatible con el crimen y la traición, con el engaño y el perjurio, porque no la concebían como una abstracta y universal ley ética, sino como una relación personal y legal". Los hombres eran fieles a un ídolo, generalmente de madera, como podían serlo a su rey o a su capitán; se hablaba de los amigos de un dios; no de sus devotos. De Thorolf Mostrarakegg (que incorporó a su nombre el nombre del dios) leemos que, en un trance difícil, pidió consejo a Thor, "su querido amigo". Olaf Haraldsson, que los hombres apodaron el Grueso y después el Santo, dedicó su energía de viejo viking a ser enemigo de Thor. 

Acaso lo eligió porque era el más fuerte de los dioses del Norte, el que descarga con brazos poderosos el trueno, el que guerreó con los gigantes de las montañas y con la cíclica serpiente que llena el mar, y que es tal vez el mar el que destrozará a la serpiente en la última batalla del mundo. La gente se lo figuraba rudo y plebeyo, de barba roja (Hercules barbatus lo llama una inscripción latina); sus atributos eran el martillo y el carro; su símbolo, la svástica. En el siglo XI, Adán de Bremen escribió que la imagen de Thor que se veneraba en Uppsia parecía representar a Júpiter; en Inglaterra, el jueves, día de Jove, sigue santificando a Thor y es el Thursday. Una tradición preservada en la saga del Njál cuenta que Cristo fue retado por Thor a combate singular y que rehuyó ese lance. De Olaf el Santo, campeón del Cristo Blanco en Noruega, cabría decir que todos los años de su reinado fueron un duelo con Thor. 

En Gudbrandsdal la imagen del dios (escribe Snorri Sturlson) tenía un martillo en la mano y era tan alta que no había en el reino hombre de su estatura; diariamente recibía cuatro panes y una ración de carne; era hueca, hecha de madera y revestida de oro y de plata; los días templados la sacaban en andas y la gente se prosternaba. Olaf mandó a uno de sus hombres, Kolbein el Fuerte, que la partiera en dos; de los escombros del ídolo salieron ratas casi del tamaño de gatos, sapos, víboras y culebras, que habían engordado con las ofrendas. También hay memoria de sacrificios de caballos y de hombres. 

Thor no era el único demonio que debió debelar el rey. Toda Noruega estaba como atravesada de espíritus: la fylgia, que toma la apariencia de un animal y entra en los sueños de los hombres cuando alguien va a morir; la hemingia, mujer tutelar que se hereda de generación en generación; las parcas (nornir), que tejen en un sitio desconocido las suertes de mortales y de inmortales; los elfos, que acechan bajo los túmulos y que enredan las crines de los caballos; los gigantes, que habitaron la tierra antes que los hombres; los dos lobos, hermanos de la serpiente, que devorarán la Luna y el Sol. De Olaf Tryggvason, predecesor de Olaf Haraldsson, es fama que el dios Thor abordó su nave, le refirió los duros trabajos que había ejecutado para ayudar a los noruegos y luego se arrojó por la borda y no lo vieron más; el Santo no habló nunca con su enemigo; pero una tradición recogida en el Flateyjarbók cuenta que un hombre le preguntó si no quería ser como aquel rey que era victorioso en sus guerras y tan diestro y bizarro que en todas las regiones del Norte nadie podía medirse con él y para quien el verso no era más arduo que para los demás el habla común. Olaf le tiró a la cabeza un libro de oraciones y le gritó: 

—Por nada querría ser como tú, depravado Odín. 

Otra curiosa tradición de la misma fuente hace de Olaf una reencarnación de Olaf de Geiratadr, que había muerto a mediados del siglo IX. Cabalgaban frente a su túmulo y un hombre de la escolta le dijo: 

—¿Es cierto, rey, que te dieron sepultura en este lugar? 

El rey le contestó: —Nunca tuvo mi alma dos cuerpos y no podrá tenerlos. Si yo hablara de otra manera no habría verdad en mí. Entonces dijo el hombre: 

—Cuentan que la otra vez que pasamos, alguien te oyó decir: Ya hemos estado aquí y ya hemos salido de aquí.**

—Nunca dije tal cosa —replicó el rey, cuyo rostro se había demudado, y puso espuelas al caballo y se fue. 

Este diálogo, con su arcana sugestión indostánica y pitagórica de transmigración de las almas, deja entrever que el paganismo perseguido por Olaf habitaba también en su propio pecho. Hilda Roderick Ellis hace notar (The road to Hell, Cambridge, 1943), lo significativo de las tenaces negaciones del rey. 

La historia está tocando a su fin. Olaf Haraldsson impuso a Noruega la fe del Cristo Blanco. Los largos templos de madera del Dios que Truena fueron entregados al fuego: sus efigies, befadas, astilladas y arrojadas a los pantanos. En el año 1164, la Iglesia admitió el nombre del rey en el catálogo de los santos, y numerosos y asombrosos milagros exigían, ya, esa inclusión. La derrota de Thor pudo parecer absoluta, pero su imagen sobrevive —secularmente, paradójicamente— en la de su mortal adversario, que los devotos se figuran de elevada estatura y de barba roja, y armado con un hacha, que es el martillo que blandieron los ídolos en Uppsala y en Gudbrandsdal.





No sé el origen de este título, que es común en las sagas. El cordero pascual, en las Escrituras, es emblema de Cristo y en la Revelación de San Juan (1, 13-14) se lee: "Y en medio de los siete candeleras, uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies y ceñido por los pechos con una cinta de oro. Y su cabeza y sus cabellos eran blancos como la lana blanca, como la nieve".

** Herrmann traduce: Es warsine Zelt, da wir hier waren, und vori hier weig kamenHilda Roderick Ellis, We have been here before also. Son casi las mismas palabras del poema Auden Light, de Rossetti: I have been here before.


En La Nación, domingo 2 de mayo de 1954
Y en Textos Recobrados 1931-1955 (1997)



21/5/15

Jorge Luis Borges: G. A. Bürger







No acabo de entender
por qué me afectan de este modo las cosas
que le sucedieron a Bürger
(sus dos fechas están en la enciclopedia)
en una de las ciudades de la llanura,
junto al río que tiene una sola margen
en la que crece la palmera, no el pino.
Al igual de todos los hombres,
dijo y oyó mentiras,
fue traicionado y fue traidor,
agonizó de amor muchas veces
y, tras la noche del insomnio,
vio los cristales grises del alba,
pero mereció la gran voz de Shakespeare
(en la que están las otras)
y la de Angelus Silesius de Breslau
y con falso descuido limó algún verso,
en el estilo de su época.
Sabía que el presente no es otra cosa
que una partícula fugaz del pasado
que estamos hechos de olvido:
sabiduría tan inútil
como los corolarios de Spinoza
o las magias del miedo.
En la ciudad junto al río inmóvil,
unos dos mil años después de la muerte de un dios
(la historia que refiero es antigua),
Bürger está solo y ahora,
precisamente ahora, lima unos versos.




En Historia de la noche (1977)
Foto: Captura Borges 75 
Cortometraje de Zorroaquín y Docampo Feijoó



20/5/15

Jorge Luis Borges: El instante







¿Dónde estarán los siglos, dónde el sueño
de espadas que los tártaros soñaron,
dónde los fuertes muros que allanaron,
dónde el Árbol de Adán y el otro Leño?
El presente está solo. La memoria
erige el tiempo. Sucesión y engaño
es la rutina del reloj. El año
no es menos vano que la vana historia.
Entre el alba y la noche hay un abismo
de agonías, de luces, de cuidados;
el rostro que se mira en los gastados
espejos de la noche no es el mismo.
El hoy fugaz es tenue y es eterno;
otro Cielo no esperes, ni otro Infierno.



En El otro, el mismo (1964)
Luego en La Nación, 26 de septiembre de 1965
Y en Nueva Antología Personal (1968, 1969, 1971)


19/5/15

Jorge Luis Borges-Roberto Alifano: Virgilio







Hasta el movimiento romántico, que se inició, tal es mi opinión, en Escocia, al promediar el siglo dieciocho y que se difundió después por el mundo, Virgilio era el poeta por excelencia. Para mí, en 1982, es casi el arquetipo. Voltaire pudo escribir que si Homero había hecho a Virgilio, Virgilio es lo que le había salido mejor. En la inconclusa Eneida se conjugan, según se sabe, la Odisea y la Ilíada. Es decir la vasta respiración de la épica y el breve verso inolvidable. En la cuarta Geórgica leemos: In tenui labor. Más allá del contexto y de su interpretación literal esas tres palabras bien pueden ser una cifra del delicado Virgilio. Cada tenue línea ha sido labrada. Recuerdo ahora.
Adgnosco veteris vestigia flammae.
Dante, cuyo nostálgico amor soñaría a Virgilio, la traduce famosamente:
Conosco i segni dell’ antica fiamma.
Virgilio es Roma y todos los occidentales, ahora, somos romanos en el destierro.
Texto de Jorge Luis Borges
publicado en el diario «Clarín»
en septiembre de 1982
AlifanoBorges, a través de diversas épocas se han sostenido algunas controversias sobre ese grupo de poemas llamados colectivamente Appendix Vergiliana, atribuidos a Virgilio. Croce habría dicho que es muy probable que algunos de sus primeros intentos poéticos se encuentren en esta colección, pero es casi seguro que no escribió todos los poemas. ¿Qué opina usted?



En Roberto Alifano: Conversaciones con Borges [11] 
Buenos Aires, Editorial Atlántida, 1984

Foto (sin atribución de autor) incluida en 
Roberto Alifano, La Entrevista. Un autor en busca de sus personajes
Buenos Aires, PROA Editores, 2012 - Vía



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